Luego de que en marzo pasado se tuvo que suspender la XVII asamblea nacional panista por falta de quórum como parte del primer round en el partido como consecuencia de la derrota de julio del 2012 y el reacomodo de grupos políticos internos, Madero carece de margen de maniobra porque no le ayudan los viejos estatutos, los nuevos no pudieron aprobarse y su gestión al frente del partido puso otros temas para discutir en la asamblea.

El dilema de Madero radica en el hecho de que tiene poco espacio político con los documentos básicos del pasado y necesita de reanudar la XVII asamblea nacional o hacer la XVIII para obtener un mandato efectivo pero en estos seis meses del año tomó decisiones que llevaron a dividir al PAN en grupos prácticamente irreconciliables que prevén imposible un acuerdo de asamblea.

En la práctica, Madero quedó inmovilizado hacia el interior del PAN y sin movilidad política luego de su error estratégico en la operación --no en la decisión-- de destituir a Ernesto Cordero como coordinador de la bancada en el Senado, de imponer a un incondicional sin experiencia política ni fuerza personal y de crear otros grupos de poder en el Senado para apuntalar a Jorge Luis Preciado a costa de ahondar más las divisiones.

Por eso Madero ha tratado infructuosamente de usar ataques al PRI como el punto de cohesión panista por el peligro de perder la gubernatura de Baja California, pero a costa de mostrar su flanco débil; como políticos forjados en la cultura política priísta, panistas contrarios a Madero están dispuestos a perder Baja California con tal de empujar al actual presidente panista al precipicio político que lo quitaría de la dirección del partido.

El problema de Madero ha sido la superficialidad de sus percepciones políticas, aunque él mismo confundiendo decisiones de sobrevivencia con enfoques estratégicos. Por lo pronto, ya quedó sin margen de maniobra: la nueva asamblea nacional del PAN, que urge para poner orden en el desorden, ya vio agregados temas derivados de los comportamientos autoritarios y reactivos de Madero: rehacer el método para la renovación de la dirección nacional, disminución de los poderes del presidente del CEN para evitar una presidencia dictatorial semejante al viejo secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, creación de corrientes de opinión y de grupos que son una copia de las tribus en el PRD y más juego a las bancadas parlamentarias.

Otro tema central en la discusión de la reorganización interna en la reanudación de la XVII asamblea o la celebración de la XVIII estará en la urgencia de dotar de nuevas relaciones del partido con las bancadas, toda vez que las candidaturas a legislaturas son producto de competencia interna y la nominación no se le debe al presidente del partido; asimismo, el poder político de las bancadas lleva al PAN a una nueva relación entre dirigencia y legisladores, ambos ya en busca del modelo de coalición dominante o alianzas entre instancias de poder que no pueden ser inmovilizadas o sometidas al líder.

El desafío del PAN radica en seguir el camino de Madero que no es otro que el de repetir el modelo partidista del PRI de Calles, Cárdenas y Echeverría o recuperar el espíritu de Manuel Gómez Morín con estándares políticos que retornen al partido a los valores originales de ética y no de ambición de poder. El PAN, como el PRD, ha comenzado a hundirse en el pantano de la ambición de poder, del cargo público, de las fortunas al amparo del poder y de la disputa por el dinero del presupuesto.

La movilidad de Madero en las reuniones de los lunes en el PAN cada vez es menor porque en los asistentes se reproducen los grupos que han fracturado al partido. Por lo pronto, un grupo --¿tribu, corriente de opinión, élite dominante, grupo de presión o grupo de choque?-- ya decidió que Madero no sea reelecto como presidente nacional del PAN en las elecciones de finales de año. Pero el problema es mucho mayor: hay panistas que consideran que el PAN debe de redefinirse como partido antes de entrarle a la XVII-XVIII asamblea nacional. Sin embargo, al interior del PAN han percibido también que Madero está haciendo pactos con el Diablo para quedarse otro periodo en el partido.

Uno de esos pactos es el acuerdo electoral de Madero con el PRD para competencias estatales y municipales pero con la sospecha de élites panistas de que Madero también estaría trabajando en secreto una alianza con los perredistas para la candidatura presidencial del 2018 con un aspirante del PRD y no del PAN. En todo caso, en los análisis de élites panistas se ha llegado a la conclusión de que Madero le ha apostado a la victoria inmediata con alianzas con el PRD que a la construcción de un partido capaz de ganar elecciones por sí mismo. El problema que ven panistas críticos es que el PRD tiene sus propios problemas: el movimiento de renovación de López Obrador y la candidatura presidencial del tabasqueño en el 2018.

Madero fue el presidente del PAN en la derrota del 2012, ha sido el presidente del PAN en el adelgazamiento de militantes y aparece como el presidente del PAN en la confrontación interna que ha creado ya grupos irreconciliables en el partido y que sólo habrá coexistencia si reproduce la organización tribal del PRD. Y lo peor de todo es que Madero, ante la preocupación de élites panistas, aparece como el presidente del PAN para la reanudación de la XVII asamblea suspendida en marzo pero con la estrategia de usar esa reunión sólo para reforzar su poder autoritario y dictatorial.

Lo que Madero no ha entendido es que los grupos formados al amparo de sus políticas divisorias lo van a derrotar en los próximos meses porque él y su ambición de reelegirse en la dirección nacional se han convertido en el punto de ruptura interna.